Ted Esselstyn era carpintero, artista y se había graduado de la carrera de medicina en 2009 cuando un amigo le conto acerca de Urban Hardwoods. Se trataba de una empresa que reutiliza madera para hacer muebles. Revisó su sitio Web y “fue ahí donde tuve la idea (de emprender)”, cuenta. estaba en Seattle, EE.UU., mientras que Ted (con 35 años de edad) vivía en Connecticut.
“Los árboles abundan en la zona –67% de la superficie del estado es bosque–”, aclara; sin embargo, no existía alguna fábrica que trabajara con madera reutilizada. Entonces, habló con su hermano, Zeb, y le explicó qué idea traía en mente.
Los hermanos Esselstyn tienen una historia poco común. Ted trabajó durante 15 años elaborando piezas enormes para instituciones públicas: un dragón de casi 10 metros para una biblioteca infantil, un barco pirata para que los niños escalaran, etc. Zeb, por su parte, se desarrolló en la industria de la construcción, además de que colaboró con la firma de beneficencia y participó como productor de un festival de música y en sets de Hollywood, entre otros trabajos.
Cuando Ted propuso la idea, Zeb se acababa de graduar (a los 40 años) de la escuela de periodismo de la . “Había cursado esta carrera porque quería aprender a contar historias”, confiesa. No obstante, en 2008 el panorama económico no era muy bueno (en Estados Unidos y a nivel internacional), especialmente para los recién graduados (peor para quienes querían trabajar en medios). Así que Zeb decidió participar en el proyecto con su hermano y se mudó de la ciudad de Nueva York a Connecticut en 2010.
De común acuerdo llamaron a su startup City Bench (Banco Urbano). Al principio fue difícil comenzar a construir relaciones; luego de algunas pláticas con el ayuntamiento de New Haven y la Universidad de Yale, obtuvieron el sí para usar los árboles que desecharan. Zeb observó que a las personas les gustaba la idea de que algo viejo se convirtiera en algo nuevo.
“Las piezas podrían tener una narrativa propia”, concluyeron.
A través de bancas en los parques y mesas de centro, Zeb, Ted y sus clientes podrían demostrar sus personalidades y dar a conocer sus intereses. De esta manera, se convirtieron en mercadólogos, contactaron a los medios y les contaron sobre sus muebles y su historia. No fue sencillo. “Cuando empezamos, no teníamos nada de equipo ni todas las ideas claras”, recuerda Zeb. Aun cuando acordaron con un proveedor local para obtener la materia prima, Ted vio que todos sus años de experiencia no le servirían para este negocio.
La madera es un organismo viviente que se necesita secar durante más de un año y responde de diferentes maneras a distintos tratamientos. “Esculpir una pieza en un maple joven es completamente diferente a trabajar con uno maduro”, explica Ted. ¿La solución? Tuvo que aprender los gajes de su nuevo oficio y, de hecho, a algunas de las primeras piezas no les fue muy bien. “La madera te hace ser más humilde”, asegura el emprendedor.
Prueba, error y éxito
Los primeros años, el negocio iba lento. Ni Ted ni Zeb tenían un salario, pues todo lo que ingresaba se iba a la maquinaria, área de trabajo y costos de envío. En 2011 tuvieron ingresos de US$100,000, los cuales invirtieron en su totalidad en la empresa gracias a que contaban con el apoyo de su familia para sobrevivir. “Fue una fase de experimentación. Ninguno de los dos había emprendido antes”, señala Zeb. Pero los hermanos aprendieron de sus errores y City Bench prosperó. La “segunda vida” de los árboles, que de otra manera no serían aprovechados, cautivó a sus clientes, dando origen a creaciones muy especiales. Por ejemplo: una mesa con la forma única de algún árbol, un gran contrato con las Escuelas Públicas de Denver para transformar su lobby con columnas de distintos tipos de madera y muebles para el hogar con diseños como ningún otro.
“Al final, los muebles son una mercancía más; sin embargo, tener algo que cuenta una historia hace que sean piezas poderosas”, afirma Zeb.
Fue a finales de 2014 cuando los emprendedores sintieron que habían logrado cierto éxito. Los contactó la empresa social Newman’s Own, y les encargó una mesa de juntas de seis metros hecha de una sola pieza de madera acompañada de una pieza ornamental para su oficina en Connecticut. La perseverancia y fe en sus ideales fue lo que los mantuvo a flote.
“Cuando le contábamos a las personas acerca de nuestro proyecto, se entusiasmaban. Eso nos mantuvo motivados”, agrega Zeb. Actualmente, City Bench tiene sede en Higganum, Connecticut. Emplea entre cinco y siete personas (de medio tiempo y tiempo completo) y fabrica entre 80 y 100 piezas al año.
“La proyección para 2016 es que facturaremos unos US$500,000. Además, todos nuestros clientes llegan a nosotros por recomendación”, sentencia Zeb.